Pues cuando todo parecía que iba bien encaminado, Masterchef da un paso atrás. Es curioso lo de este programa. A veces te parece trepidante y entretenido, el Superman de los programas nocturnos, con highlights como el ejército, unas monjas o pruebas con cachopos. Pero luego es el Aquaman del prime time y te pone a hornear pan a las once de la noche.
La primera prueba fue todo un despropósito. Intentaron colar lo del «experimento». Vamos, una combinación más del «ahora cocino yo, ahora tú, ahora vuelves, ahora viene aquél» que tanto les gusta. Si no son esposas, si no son miembros de la familia, son combinaciones locas de concursantes. Pero ¡ay!, cuando les das libertad, estos son más aburridos que intentar acabar con alguien a cucharazos. Y aquí un vídeo sobre eso.
Tres equipos, tres platos que no valen ni un chiste de Arguiñano. Dos arroces y un conejo. A pesar del esfuerzo por perfeccionar la mediocridad, el conejo fue el peor parado con diferencia. Los artífices, Pablo, Natalia y José Luís, fueron sentenciados a acudir directamente a la prueba de eliminación. José Luís y Natalia no lo entendieron muy bien, porque uno de los dos es extranjero y otro de Albacete, que viene a ser lo mismo.
Siguiente prueba. Pero antes, ¡momento gran hermano! Samantha, Jordi y Pepe irrumpieron en la casa de los aspirantes de madrugada. Había que trabajar en un obrador, una panadería, y esa gente madruga más que tu vecino aficionado al bricolaje los domingos por la mañana. La cosa resultó un poco ridícula, pero disfruté sabiendo que Natalia es igual de atractiva al despertar que tras arrancarle una lengua a una vaca muerta. A pesar de llorar en mi interior, porque seguramente a estas alturas ya estará liada con Jordi, me imaginé cómo sería amanecer al lado suyo. Seguro que los pájaros corren las persianas de su habitación, un delfín con monóculo le trae el café y todo el pueblo de Voskresensk, a orillas del Moldava, le saluda en francés.
Lo del pan, un rollo, como les comentaba. La ciudad, ¡Salamanca!. No piensan en mi a la hora de elegir comunidades autónomas. ¿De dónde saco yo un chiste con Salamanca? Vamos, es que no da ni para eso. Ángel se puso muy pesado con su tutor, que en realidad era un sabio pastelero que luego le demostró que sí que había aprendido. Muy Kárate Kid todo. El equipo de perdedores quedó aquí primero, así que el resto todos a la eliminación.
¿Conocen esas pizarras enormes con ecuaciones sin resolver, a las que luego se acerca Russel Crowe o Matt Damon y ¡bum! consiguen ver la solución en un segundo, porque en realidad todo estaba conectado con algún aspecto de su vida personal? Bueno, pues así de complicada era la prueba final.
Llegó el típico pastelero. Digo el típico porque son todos iguales. Parece que si tienes barba y aspecto de haber pasado los veintidós años no te dejan hacer un milhojas. Pues llegó y presentó un postre que se movía, echaba fuego, te hacía la cama y estaba buenísimo. Al pastelero en cuestión le había llevado desarrollar eso años. No pudo asistir al funeral de su padre porque lo tenía en el horno. Pues ahora los concursantes, ¡en una hora! A la que luego añadieron diez minutos porque Samantha ya se había comido un primogénito y se sentía generosa.
En general, la superaron con aprobados holgados. La cosa estaba entre una de las gemelas y Reichel. Obviamente y como dije en Twitter (dónde deberían seguirnos a mí y a G de G, para reírse los miércoles en directo), para las gemelas todavía quedan un par de horrocruxes, así que Reichel tuvo que decir adiós. Tras un millón doscientas mil pruebas de eliminación, algo olía mal ya.
En fin, que la semana que viene, ya si eso, comentamos mejor el teletexto. O no, que les debo mi presencia gastrónomos. ¡Nos leemos! ¡Gracias por estar ahí una semana más!
by Santi Alverú